Cymbalaria muralis, es su nombre; crece en los ladrillos del taller, así la reconoció aquel profesor de botánica en agronomía, Gabriel, que me ayudó a reconocer, por medio de su microscopio y la morfología de la inflorescencia, algunas de las plantas que elegí para utilizar en Ósmosis.
Pero mi alucinación esa tarde entre tanto verde, un elemental sistema de secado y gabinetes llenos de carpetas perfumadas con naftalina, fue cuando me dijo que esta peculiar plantita se la reconoce como Besito porteño…